PEREGRINAÇÃO: NOS PASSOS DE EDITH STEIN

PEREGRINAÇÃO: NOS PASSOS DE EDITH STEIN

domingo, 11 de setembro de 2011

PERDER PARA GANAR - EL ITINERARIO DE LA BEATA TERESA BENEDICTA DE LA CRUZ

Carta circular de los Superiores Generales
Fr. Camilo Maccise, OCD y Fr. Joseph Chalmers, O. Carm.
con motivo de su canonización Roma - 1998 

Queridos hermanos y hermanas en el Carmelo:

1. El próximo 11 de octubre del presente año será canonizada, en la Basílica de San Pedro, en Roma, nuestra hermana la Beata Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein). Su canonización señala el final de un itinerario de búsqueda de la verdad acompañado de sufrimiento y de abnegación evangélica que la llevó a entrar en la doble dimensión del misterio pascual: muerte y resurrección; de perder la vida por Cristo para encontrarla (cf. Mt 10,39). La frase que pronunció al dejar el Carmelo de Echt, en Holanda, cuando tomó por la mano a su hermana Rosa, revela la entrega de su vida: "Ven, vamos por nuestro pueblo". De hecho, cuando los obispos de Holanda protestaron en una carta pastoral contra las deportaciones de los hebreos, que los nacionalsocialistas hacían, éstos, que en un principio habían dejado libres a los hebreos bautizados, se vengaron exterminando también a los hebreos de fe católica. Edith Stein murió como seguidora de Jesús ofreciendo al mismo tiempo su martirio por sus hermanos de raza.

La canonización de Edith Stein es una nueva interpelación que Dios dirige a la Iglesia y, especialmente a nosotros miembros del Carmelo en el umbral del Tercer Milenio. La vida de esta grande mujer hebrea, buscadora de la verdad, seguidora de Jesús ofrece un mensaje actual para las relaciones entre la fe y la ciencia, para el diálogo ecuménico, para la vida consagrada, para la espiritualidad, dentro y fuera de la Iglesia.

Abiertos a la voz del Espíritu que nos llega a través de la vida y del martirio de nuestra hermana tratemos de penetrar en su experiencia y en sus enseñanzas para renovar nuestra vida y para hacer más dinámica y comprometida nuestra vocación y misión.

I EDITH STEIN, UNA MUJER DE NUESTRO TIEMPO

2. Mujer de nuestro tiempo, Edith Stein, con su vida y sus escritos, ofrece orientaciones preciosas para ayudar a eliminar ciertas visiones unilaterales, que no se ajustan al pleno reconocimiento de la dignidad de la mujer y de su aportación específica a la sociedad y a la Iglesia. En esta época es urgente "dar algunos pasos concretos, comenzando por abrir espacios de participación a las mujeres en diversos sectores y a todos los niveles, incluidos aquellos procesos en que se elaboran las decisiones especialmente en los asuntos que las conciernen más directamente"(1).

Buscadora de la verdad

3. En aras de la verdad buscada y encontrada, Edith Stein fue entregando parte de su vida. Abandona, en un primer momento, la fe judía y se sumerge en la filosofía para tratar de comprender el sentido de la existencia humana. Del ateísmo pasará a la fe católica y, en su seguimiento de Jesús, irá adquiriendo experiencialmente la "ciencia de la cruz". Esta le dará la capacidad de entrar en el Carmelo y, más adelante, de morir por la fe y por su pueblo.

Repensando su camino de búsqueda de la verdad llegará a la conclusión de que "Dios es la verdad. Quien busca la verdad busca a Dios, lo sepa o no"(2); y también que "el buscador de la verdad vive sobre todo en el corazón de la actividad de su razón; si se trata para él efectivamente de la verdad (no de un puro recoger conocimientos particulares) él está tal vez más cercano a Dios, que es la verdad, y con eso a su propio interior más de lo que él mismo piensa"(3)

4. Su larga búsqueda de la verdad y de la autenticidad hallará el último y definitivo impulso en el encuentro con Teresa de Jesús. Era el mes de agosto de 1921 cuando Edith, huésped en casa de unos amigos, descubre en su biblioteca la autobiografía de la Santa de Avila: "Yo tomé por casualidad un grueso libro cuyo título era: Vida de santa Teresa de Jesús, escrita por ella misma. Yo me puse a leerlo y de golpe quedé cautivada y no me detuve sino hasta el final. Cuando cerré el libro, me dije: 'esta es la verdad'" (4). Reflexionando posteriormente sobre el libro de la Vida de Teresa de Jesús explicará el porqué del impacto que le causó y revelará así su sed ardiente de la verdad: "A excepción de las Confesiones de San Agustín, no existe en la literatura universal ningún otro libro que como éste lleve el sello de la veracidad, que tan inexorablemente ilumina hasta los rincones más escondidos de la propia alma y que deposita un testimonio estremecedor de la 'misericordia de Dios"(5).

Teresa de Jesús influyó decisivamente en la conversión de Edith y, por ello, desde un principio ella percibió una llamada a entregarse al servicio del Señor en el Carmelo para bien de la humanidad. Un testigo en el proceso de beatificación nos ha transmitido lo que la santa le comunicó: "Yo supe, por boca de la Sierva de Dios que apreciaba el Carmelo porque allí tenía más tiempo para la meditación personal. Desde el bautismo se inclinaba al Carmelo. Un monasterio benedictino de clausura no lo tomó ella en consideración porque allí no se da todo el tiempo que ella necesitaba para la meditación"(6).

Conversión como hallazgo y pérdida

5. Fue su encuentro con la cruz y con la fuerza que ella comunica en la vida de una amiga protestante, Anne Reinach, viuda del filósofo Adolf Reinach, lo que la llevó a romper el último obstáculo que surgía de su incredulidad. Lo dirá expresamente más tarde: "Fue mi primer encuentro con la cruz y con la fuerza divina que ella comunica a quien la carga. Vi, por vez primera, tangible delante de mi la Iglesia, nacida del dolor del Redentor en su victoria sobre el aguijón de la muerte. Fue el momento en el que se rompió a pedazos mi incredulidad y resplandeció la luz de Cristo, Cristo en el misterio de la cruz"(7). Más tarde, ya en Echt, escribió a su priora del monasterio de Echt: "Una scientia crucis [Ciencia de la Cruz] sólo se puede adquirir si se llega a experimentar a fondo la cruz. De esto estuve convencida desde el primer momento, y de corazón he dicho: ¡Ave Crux, spes unica! [Salve cruz,nuestra única esperanza](8).

6. Edith Stein se convirtió al catolicismo en 1922, a la edad de 31 años. El sentido profundo de su conversión está precisamente en el hecho de descubrir en la cruz el camino de la resurrección, en el transformar en experiencia profunda la paradoja evangélica de perder para ganar. De hecho su conversión al catolicismo le causó problemas familiares. Los miembros de su familia no comprendían el porqué de su decisión. En su libro La Ciencia de la Cruz, ella explica esta conexión que existe entre sufrimiento y gloria. La pasión y la muerte de Cristo consuman nuestros pecados en el fuego. Por eso, en la medida en que nosotros aceptamos por la fe esta verdad y buscamos seguir a Jesús, El nos conducirá a través de su pasión y de su cruz a la gloria de la resurrección. Edith unirá esta convicción con la experiencia de la contemplación que, pasando por la purificación, lleva a la unión de amor con Dios: "a la luz de esta realidad se entiende también su carácter contradictorio. Es muerte y resurrección. Después de la 'noche oscura' resplandece la 'llama de amor viva"(9). De este modo se llega a poseer la "ciencia de la cruz".

No fue fácil ciertamente para Edith el proceso de su conversión. Fueron años de búsqueda que recibieron el último impulso de su encuentro con la autobiografía de Teresa de Jesús. Como en ésta, Cristo fue ocupando el lugar central de su existencia. En El encuentra a la Verdad con mayúscula y al amigo cercano con el cual puede dialogar siempre. La radicalidad acompañó su conversión. Pensaba, en un principio, que le exigía abandonar todo lo terrestre para vivir únicamente concentrada en las cosas divinas. Sólo progresivamente fue comprendiendo que "cuanto más profunda es la atracción que nos conduce a Dios, mayor es el deber de 'salir de sí', en este sentido también, es decir en dirección al mundo para llevar allí la vida divina"(10).

7. El itinerario humano y espiritual de Edith Stein es el itinerario de una mujer de nuestro tiempo. Desde su experiencia personal como mujer y desde su reflexión filosófico-antropológica sobre el ser y la misión de la persona humana, ella aparece preocupada por el papel de la mujer en la sociedad y en la Iglesia. Su capacidad intelectual, su preparación universitaria y profesional, su dedicación a la enseñanza hicieron de ella una mujer que vivió, desde una consciente identidad femenina, los desafíos de una misión. Edith supo enfrentar con lucidez y equilibrio esos desafíos que las circunstancias sociales y eclesiales presentaban en ese momento.

Profesora en Espira de 1923 a 1931 supo afrontar los problemas de la formación de la mujer y acompañó a sus discípulas en la profundización de sus características como mujeres, creadas a imagen de Dios como el hombre. Puso de relieve también la vocación sobrenatural de la mujer y la ética de las profesiones femeninas. Base de su reflexión fue el análisis detallado de las particularidades de la psicología femenina.

Supo de este modo testimoniar la riqueza de una vida cristiana femenina entregada al cumplimiento de una misión inserta en la realidad del mundo. Esto explica la dedicación con la que se entregó al apostolado de la enseñanza a pesar de que después de su conversión ya no se esforzó, como anteriormente, en conseguir una cátedra universitaria en su calidad de mujer. En su trabajo como profesora supo unir a la competencia profesional la relación directa y personal con sus alumnas. Ellas la recordarán siempre como una mujer abierta y comprensiva que se adelantó a su tiempo en la valoración de la mujer y en su entrega generosa a su promoción en todos los aspectos. Para ello se incorporó a la Unión católica de Profesoras de Baviera y a la de Jóvenes Profesoras. Eso amplía el horizonte de su influencia y multiplica su magisterio orientador para la mujer de su tiempo y del nuestro.

Peculiaridad vocacional de la mujer

8. La reflexión filosófico-antropológica de Edith Stein tiene, como punto de partida, su propia experiencia iluminada por la Escritura, de manera especial sus primeras páginas, donde, hablando de la creación del ser humano, presenta al hombre y a la mujer como imagen de Dios en su igualdad y en su diversidad: "en el origen les fue encomendado a los dos la función de conservar la semejanza con Dios, de dominar la tierra y de propagar el género humano"(11).

Desde este análisis filosófico-antropológico, no sociológico, Edith subraya dos características peculiares de la psicología femenina: la entrega personal en su colaboración con el hombre y la maternidad. Su vocación de compañera del hombre la conduce a participar de todo lo que le afecta sea grande o pequeño. Ella acompaña al hombre, va a su lado, toma parte con amor en su vida. Por ello la mujer posee "más desarrolladas en su naturaleza la capacidad de empatía hacia el otro y sus necesidades, y la capacidad y docilidad de adaptación"(12). Tiene una exigencia profunda de compartir la vida con otro y, por eso, la capacidad de un amor desinteresado, de entrega y olvido de sí. Por otro lado, su tendencia a la maternidad la lleva hacia todo lo que es vivo y personal y a un tipo de conocimiento más concreto y contemplativo. Su ser de madre y compañera la orienta a todo lo que dice relación con la persona. Tiene la misión de engendrar hijos y, como continuadora de Eva, llamada "madre de los vivientes" tiene también como tarea la de preparar a la "reintegración de la vida"(13). Esto la lleva a poner de relieve el sentido y la grandeza de una maternidad espiritual en la vida religiosa que realiza el deseo de totalidad de la mujer porque está de acuerdo con las características de la feminidad: "Darse a Dios en un amor que se olvida de sí, no tener en cuenta la propia vida para crear un espacio para Dios, es el motivo, principio y meta de la vida religiosa"(14)

Un mensaje para la mujer de hoy

9. La reflexión experiencial y filosófica de Edith Stein sobre el ser y el quehacer de la mujer tienen una grande actualidad en el mundo y en la Iglesia de hoy cada vez más sensibilizados sobre la importancia de la promoción de la mujer y de la necesidad de abrirle espacios en el campo de la vida social, económica, política y religiosa. Un feminismo auténtico encuentra en las enseñanzas de la vida y de los escritos de Edith orientaciones preciosas para vivir y promover la dignidad y la misión de la mujer a partir de su identidad y de su misión enraizadas en lo más profundo de su ser. Otro tanto podemos decir en relación al sentido de la vida consagrada que, entendida como don de sí a Dios y a los demás es una realización plena de las aspiraciones de la mujer: entrega, maternidad, servicio.

Modelo ideal de estos valores femeninos es, para Edith Stein, la Virgen María. En ella "el sexo femenino fue ennoblecido por el hecho de que el Redentor nació de una mujer: una mujer fue la puerta a través de la cual Dios entró en la humanidad"(15). Ella se entrega a la misión con el don de sí misma aceptado con confianza silenciosa colocando todo su ser al servicio del Señor para la fundación del Reino de Dios(16). Este compromiso de María la hace modelo de la mujer en todos los campos de la vida humana: familiar, social y eclesial ya que ella aparece interesada por los problemas sociales y políticos en la estrofa central del Magníficat derribando del trono a los poderosos. Por ello, tanto el hombre como la mujer no pueden permanecer alejados de las situaciones reales o responder con indiferencia a los desafíos que presentan(17).

II DEL JUDAISMO A LA INCREDULIDAD Y A LA FE CRISTIANA

10. En el proceso de perder para ganar que caracteriza la vida de Edith Stein, encontramos la pérdida de su fe judía a los 14 años para entrar en el camino del ateísmo y ganar finalmente, después de 17 años, el de la fe cristiana.

Sus raíces judías y el camino de su conversión

Nació en el seno de una familia de estricta observancia judía. Fue la última de once hermanos. Cuando tenía apenas dos años de edad quedó huérfana de padre. Su madre, mujer de carácter y energía tomó en sus manos la educación de sus hijos y la dirección del negocio establecido por su esposo. Desde el principio de sus estudios Edith manifestó una gran capacidad intelectual. En 1911 se inscribió en la Facultad de Estudios germánicos, de historia y de sicología de la Universidad de Breslau. En 1913, se traslada a la Universidad de Göttingen para seguir los cursos del famoso filósofo Edmund Husserl, el principal exponente de la fenomenología. Siguiéndolo como asistente pasa a Friburgo, en 1916. Allí le otorgan el título de Doctora en Filosofía con la máxima nota.

Ya desde antes de llegar a Göttingen, Edith se consideraba incrédula. Su formación religiosa, basada principalmente en prácticas pero carente de una apertura a la plenitud y la educación escolar, basada en el idealismo pos-kantiano, desembocaron en la pérdida de su fe judía. En efecto, el idealismo filosófico ponía de relieve una cierta imposibilidad de las cosas y de los hechos que constituían el objeto de la fe. Edith no aceptaba nada que no pudiese ser probado, así se tratara de la fe de sus padres. Concentró así todos sus esfuerzos en la reflexión filosófica hasta que, a través de ella y sobre todo a través de testimonios de otras personas, encontró a Cristo. En un primer momento el desmoronamiento de su incredulidad no implicó una conversión al cristianismo y menos aún recuperar la fe judía de su niñez. Se trató de una maduración lenta que garantizó la profundidad de su encuentro personal con Cristo.

En su búsqueda del sentido de la vida humana y de la razón de ser del hombre, el encuentro con Max Scheler y con Edmund Husserl fue decisivo. La ayudaron a abrirse al campo de "fenómenos", ante los cuales, como ella dice, ya no le fue nunca posible cerrar los ojos. "No en vano nos habían inculcado que debíamos mirar a las cosas sin prejuicios, quitándonos antes todas las lentes de los ojos"(18). El método fenomenológico la fue llevando como de la mano al mundo de los valores y de la fe pasando por la experiencia de la finitud del ser humano. Eso la abrió al Ser eterno.

Identificada con su pueblo

11. Su conversión al cristianismo llevó a Edith Stein a un redescubrimiento de sus raíces judías y de su pertenencia al pueblo de Israel. Además de los vínculos familiares que volvieron a reforzarse, ella comenzó a asumir en su vida de fe cristiana la convicción de haber sido llamada también para ofrecer sus sufrimientos y su vida por su pueblo.

No fue un camino fácil. Tuvo que aceptar el dolor que la noticia de su conversión iba a causar a su madre, fuertemente identificada con la fe judía. Temía incluso ser rechazada por su familia. Su madre no dejó de manifestarle su extrañeza ante ese cambio. Otro tanto hicieron sus hermanos, pero tuvieron que respetar una decisión madurada en la búsqueda lenta y consciente de la verdad. Edith trató de estar cerca de su madre. Para ello se detuvo en Breslau varios meses .Durante ese tiempo acompañaba a su madre a la sinagoga e incluso, el día de la expiación observó el ayuno junto con ella. Por otro lado, ésta quedó impresionada de la manera de rezar de su hija.

El amor por su pueblo y la conciencia de la misión que el Señor le daba crecieron más cuando comenzó a arreciar la persecución contra los judíos. Sentía que su pertenencia al pueblo escogido la unía a Cristo no sólo espiritualmente sino también por los vínculos de la sangre. Experimentó que el destino de su pueblo perseguido era suyo también. Hizo lo que pudo para ayudarlo. Llegó hasta escribir al Papa pidiéndole un documento sobre el problema del antisemitismo. Y, ya desde 1933, comprendió que la cruz de Cristo sería puesta sobre los hombros del pueblo judío aunque éste no lo comprendiese. Fue entonces cuando ella manifestó al Señor su deseo de aceptarla en nombre de todos los que no la percibían como tal. Estaba convencida de su misión de acoger en su corazón los sufrimientos de su pueblo para ofrecerlos a Dios como expiación: "Confío que el Señor habrá aceptado mi vida a favor de todos. Pienso siempre en la reina Ester que precisamente por eso salió de su nación: para estar delante del rey en favor de su pueblo. Yo soy una Ester muy pobre e impotente, pero el Rey que me ha escogido es infinitamente grande y misericordioso"(19).

Un puente para el diálogo judeo-cristiano

12 Nuestra hermana Edith Stein por su vida y por su muerte tiene la misión de ser un puente para el diálogo judeo-cristiano. El Concilio Vaticano II reconoció el grande patrimonio espiritual común a cristianos y judíos y, por eso, recomendó a ambas partes "mutuo conocimiento y aprecio, que podrá alcanzarse principalmente por los estudios bíblicos y teológicos y a través de diálogos fraternales"(20).

La cruz de Cristo, "señal del amor universal de Dios y fuente de toda gracia",(21) fue la experiencia espiritual que selló la vida cristiana y religiosa de Edith Stein. Ella dio sentido a su existencia, por eso la incluyó en su nombre religioso: Teresa Benedicta de la Cruz. Juan Pablo II en su homilía del día de su beatificación la presentó como "síntesis dramática de nuestro siglo, síntesis rica de heridas profundas que todavía sangran, pero para cuya curación, hasta nuestros días, continúan empeñándose hombres y mujeres conscientes de su responsabilidad ...; ella fue mujer de espíritu y de ciencia, que en la ciencia de la cruz conoció la culminación de toda sabiduría: una grande hija del pueblo hebreo y una grande cristiana entre millares de hermanos martirizados"(22).

Precisamente este modo de vivir y asumir la cruz convierte a Edith Stein en una interlocutora para sus hermanos y hermanas de raza, al mostrarles que es en el amor y en la esperanza donde el sufrimiento cobra sentido a la luz del misterio de la fe en la resurrección de Cristo muerto por todos.

III EDITH STEIN, UNA MUJER SEGUIDORA DE JESUS

13. La conversión de Edith Stein está profundamente ligada a la experiencia de la cruz. Su encuentro con Cristo se realiza precisamente a partir de ella, aunque se orienta a todo su misterio, al grado de que ella puede afirmar "Cristo es el punto central de mi vida"(23). Su pensamiento cristológico se halla expresado en diversos escritos. Es importante tener en cuenta que, detrás de esas reflexiones teológicas, está una experiencia espiritual que les da sentido.

El descubrimiento de la persona de Jesús supone una experiencia personal que cambia por completo la visión de las cosas, de las personas, de los acontecimientos. El es la Verdad y fue desde esa perspectiva que Edith tuvo un acercamiento a Cristo. A partir de este contacto descubre que Jesús es el Camino y la Vida, y se abandona en sus manos para seguirlo cargando con la cruz de la vida cotidiana en un abandono a la voluntad del Padre.

Seguir a Jesús prosiguiendo su obra

14. La esencia de la vida cristiana es el seguimiento de Jesús que implica renovar en nuestra vida la experiencia de Jesús en sus relaciones con Dios, con los demás y con la realidad del mundo. Implica, por tanto, una actitud de abandono confiado en el Padre, una comunión fraterna con los demás y una capacidad de encontrarnos con Dios y con nuestros hermanos y hermanas en la transformación de la creación y en compartirla. Eso nos compromete a trabajar por lo que trabajó Jesús y a estar dispuestos a pasar por lo que El pasó: incomprensión, persecución, muerte y resurrección. Edith Stein vivió todos estos aspectos del seguimiento de Jesús y nos transmitió en sus escritos lo que pudo profundizar también experiencialmente..

Edith vivió ante todo con una actitud de abandono y confianza en el Padre. Siguiendo a Jesús en su relación con el "Abba" aun en medio de la humillación, el sufrimiento y el abandono de la cruz, ella vivió su presencia y su amor que la sostenían en la oscuridad de la noche de la prueba: "Yo me he sostenido y este sostén me da calma y seguridad. Ciertamente no es la confianza segura de sí misma del hombre que, con su propia fuerza se mantiene de pie sobre un suelo firme, sino la seguridad suave y alegre del niño que reposa sobre un brazo fuerte, es decir, una seguridad que, vista objetivamente, no es menos razonable. En efecto, el niño que viviera constantemente en la angustia de que su madre le dejara caer, ¿sería razonable?"(24). Esta certeza del amor de un Dios Padre la condujo también a imitar a Jesús en el cumplimiento de su voluntad con confianza y abandono: "Ser hijo de Dios significa: caminar siempre de la mano de Dios, hacer su voluntad y no la propia, poner todas nuestras esperanzas y preocupaciones en las manos de Dios y confiarle también nuestro futuro. Sobre estas bases descansan la libertad y la alegría de ser hijos de Dios"(25)

Siguiendo a Jesús no pudo menos que experimentar las exigencias de la fraternidad: "Si Dios es amor y vive en cada uno de nosotros, no puede suceder de otra manera, sino que nos amemos con amor de hermanos. Por eso precisamente es nuestro amor al prójimo la medida de nuestro amor a Dios"(26).

En un principio, después de su conversión, pensó que debería abandonar todo para entregarse sólo a Dios dejando de lado cualquier otra actividad. Pronto reaccionó con la ayuda de sus directores espirituales y comprendió que el seguimiento de Jesús la comprometía a colaborar con El en el advenimiento de su Reino. En una carta escrita en 1928, ella nos comunica este proceso de cambio que la llevó a aceptar como parte de las exigencias evangélicas el compromiso apostólico: "Durante el tiempo que precedió a mi conversión, e incluso un buen tiempo después, tenía la convicción de que llevar una vida espiritual significaba el abandono de todo lo terrestre para vivir sólo en el pensamiento de las cosas divinas. Progresivamente aprendí a reconocer que algo más se nos pide en este mundo y que incluso en la vida contemplativa, el vínculo con el mundo no se debe romper. Creo incluso, que cuanto más profunda es la atracción que nos conduce a Dios, mayor es el deber de 'salir de sí', en este sentido también, es decir en dirección al mundo para llevar allí la vida divina"(27).

Acompañar a Cristo en el camino de la cruz

15. Una característica del seguimiento de Jesús, fuertemente acentuada en la experiencia cristológica de Edith Stein, fue, sin duda, el hecho de la presencia de la cruz y del sufrimiento como consecuencia de ese seguimiento. Tuvo presente, desde un principio, a "Cristo: pobre, humillado, crucificado y en la misma cruz abandonado por su Padre"(28). No podía ser de otra manera puesto que Cristo ofreció su vida para abrir a la humanidad las puertas de la vida eterna. Por ello hay que morir con Cristo y con El resucitar; "morir con la muerte del sufrimiento que dura toda la vida, con la negación diaria de sí mismo y, si se tercia, con la muerte sangrienta del martirio por el Evangelio"(29).

Esta vivencia de la cruz en la cotidianidad la llevó lentamente a adquirir la "ciencia de la cruz" y a escribir su última obra teológica con ese título; una obra que no terminó de escribir materialmente. La concluyó asumiendo, no en teoría, sino como verdad viva y eficaz la cruz del martirio. Este fue preparado a través de las cruces que impone la existencia pobre y limitada del ser humano con sus altibajos, con las renuncias y la aceptación de la enfermedad, la sequedad, la monotonía, el vacío existencial, la convivencia, las pruebas y tentaciones. "La cruz es el símbolo de todo lo difícil y pesado, y que resulta tan opuesto a la naturaleza que, cuando uno toma esta carga sobre sí, tiene la sensación de caminar hacia la muerte. Y ésta es la carga que ha de llevar diariamente el discípulo de Cristo"(30).

El sentido de la cruz lo encuentra Edith en el amor y en la expiación unida a la de Cristo. El murió en la cruz por amor y por ello esta realidad, que es escándalo para los judíos y absurdo para los griegos (cf. 1 Cor 1,23), se transforma en signo del amor de Dios hacia la humanidad. De allí proviene la fuerza para vivir el mandamiento del amor al prójimo hasta sus últimas consecuencias(31). Lo que da valor a nuestras cruces y sufrimientos es el asumirlos en comunión con Cristo crucificado que nos va llevando a través de su pasión y de su cruz a la gloria de la resurrección(32).

16. La cruz de Cristo, vivida en solidaridad con todos los que sufren, es también un camino para participar de los gozos y esperanzas, de las tristezas y angustias de la humanidad con la certeza de la vida y de la resurrección. Sufrir con Cristo es entrar en comunión con todos los que sufren en el camino arduo y difícil de la vida para aliviar sus sufrimientos y para darles la esperanza segura del triunfo definitivo del bien y del amor: "Cada uno de los que a lo largo de la historia han cargado con un destino difícil en memoria del Redentor sufriente, o bien voluntariamente tomaron sobre sí la expiación del pecado, han ayudado con ello al Señor a cargar con su yugo y han disminuido, en parte, el peso brutal del pecado de la humanidad"(33).

Tenemos en Edith Stein un modelo de compromiso en el seguimiento de Jesús aceptando las cruces de la vida: la cruz de nuestra limitación humana, la cruz de luchar contra el sufrimiento, la cruz de la solidaridad con los que sufren, la cruz de trabajar por un mundo de justicia y de paz. Edith concretizó en su vida la experiencia paulina de perder todo para ganar a Jesús y de considerar todo basura en comparación con El y de anunciar la cruz de Cristo como único camino de salvación: "pues el lenguaje de la cruz es locura para aquellos que se pierden, pero para aquellos que se salvan, para nosotros, es poder de Dios" (1 Cor 1,18), y "por causa de Cristo todo lo que consideraba ganancia lo considero ahora pérdida. Más todavía, considero todo pérdida delante del bien supremo que es el conocimiento de mi Señor Jesucristo. Por su causa perdí todo y considero todo como basura, a fin de ganar a Cristo y estar con El" (Flp 3,7-8).

IV EDITH STEIN, HIJA DE TERESA DE JESUS Y DE JUAN DE LA CRUZ

17. Desde el momento de su conversión a Cristo, Edith Stein pensó en la posibilidad de consagrarse a El en el Carmelo. Por obediencia a sus confesores retrasó su ingreso en un monasterio teresiano. Estos le hicieron ver la importancia apostólica que podía tener su trabajo magisterial. Sólo después de más de once años vio con claridad, en un discernimiento orante, que había llegado el momento esperado de consagrarse a Dios en la vida contemplativa del Carmelo. Había vivido la convicción profunda de que toda su vida, hasta los más mínimos detalles, estaba inserta en un plan de Dios y que sólo El conocía su significado más completo(34), y ahora se le manifestaba una parte del mismo a través de las mediaciones humanas: "El cambio político fue para mí una señal de que ya podía seguir el camino que desde hacía tiempo veía como el mío... Entré en el convento de las carmelitas, convirtiéndome en una hija de Santa Teresa. Ella fue la que me condujo a la conversión"(35). Era el 14 de octubre de 1933 cuando ingresaba en el Carmelo de Colonia que contaba entonces con 21 monjas.

Un cambio profundo de vida: perder para ganar

18. De repente, para Edith, que tenía entonces 42 años de edad, la estructura de vida cambió. Dejaba detrás de sí un mundo de actividades académicas e intelectuales, grandes amistades y su familia y entraba en el pequeño espacio de un monasterio contemplativo con todas las limitaciones que necesariamente impone. Debió abrirse a un mundo de ritos, costumbres y ceremonias que, herencia del pasado, complicaban la vida de las monjas. A pesar de que en el Carmelo de Colonia había un buen nivel cultural, el que ella había adquirido en sus largos años de estudio y de magisterio era muy superior. Edith tuvo que esforzarse mucho para asimilar ese cambio radical de vida: de una organización personal a una organización comunitaria marcada por la observancia regular; del magisterio al trabajo manual; de la experiencia de concentrarse en lo esencial a la necesidad de tomar en cuenta los detalles.

En sus cartas y otros escritos ella manifiesta lo que significó para ella este nuevo esquema de vida y de actividades. Con esfuerzos de adaptación y aceptando perder muchas cosas de valor ganó la riqueza de una vida centrada en la oración y en la experiencia de Dios en el silencio y en la soledad de una comunidad orante al servicio del Reino de Dios: "Nuestro horario nos asegura horas de diálogo en soledad con el Señor, y en ello se fundamenta nuestra vida ... Lo que Dios realiza en nuestras almas en las horas de oración, permanece escondido a la mirada de los hombres. Es gracia sobre gracia. Y todas las demás horas de la vida son una acción de gracias por ello"(36).

19. El P. Provincial de los Carmelitas Descalzos de Alemania, Fr. Theodor Rauch, estuvo presente el día de la toma de hábito de Edith, el 15 de abril de 1934. Inmediatamente después de esa ceremonia realizó la visita pastoral del monasterio y decidió que la hermana Teresa Benedicta de la Cruz (ese fue el nombre que ella escogió como carmelita) volviera a dedicarse al trabajo científico en la medida en que sus deberes como carmelita se lo permitiesen. Fue así como el Señor la condujo a retomar sus trabajos filosóficos y a escribir muchos otros estudios y reflexiones, tanto en Colonia como más tarde en el monasterio de Echt. Revisó y terminó un libro publicado en estos días(37): Akt und Potenz (Acto y Potencia). También concluyó el libro Endliches und ewiges Sein (Ser finito y ser eterno). Más tarde, en Echt, escribirá su obra inconclusa Kreuzeswissenschaft (La ciencia de la cruz).

Este tipo de trabajo, que constituía una cierta excepción, no dejó de causarle algunos problemas en la comunidad, y significó para ella un doble esfuerzo para conservarse fiel a lo fundamental de su vida contemplativa aun en los pequeños detalles de la organización comunitaria. Ella, que podría considerarse una mujer moderna y abierta a horizontes más amplios que los de un pequeño grupo de mujeres consagradas viviendo al interior del espacio reducido de una clausura, no dejó, sin embargo, de ser fiel a los compromisos asumidos aunque eso significara para ella un grande sacrificio. A este propósito escribe: "Para las carmelitas, en sus condiciones de vida cotidiana, no existe otra posibilidad de responder al amor de Dios sino es cumpliendo sus obligaciones diarias, hasta las más pequeñas, con fidelidad; como un pequeño sacrificio, que exige de un espíritu vital la estructuración de los días y de toda la vida, hasta en sus detalles más pequeños, y esto llevado con alegría en el día a día y año a año; presentando al Señor todas las renuncias que exige la convivencia constante con personas totalmente distintas, con una sonrisa de amor; no dejando escapar ninguna ocasión de servir a los demás con amor. A todo ello hay que añadir, finalmente, lo que el Señor pide a cada alma como sacrificio personal"(38). A unos cuantos meses de su profesión definitiva escribe a una amiga: "Puedo estar contenta de mi profesión en abril. Pero es bueno que no sea necesario que ya esté todo a punto, porque tengo la sensación de que el noviciado propiamente hablando ha empezado sólo hace poco, desde que la adaptación a las circunstancias externas - ceremonias, costumbres y cosas parecidas - ya no consume tanta energías"(39)

Un nuevo esfuerzo de adaptación a la vida comunitaria tuvo que vivir Teresa Benedicta de la Cruz cuando, el 31 de diciembre de 1938, se transfiere al convento holandés de Echt, fundación que había salido del Carmelo de Colonia y que contaba entonces con 14 hermanas de coro y 4 de las entonces llamadas conversas o de velo blanco. También aquí sabrá combinar su trabajo intelectual - en gran parte en favor de la formación de sus hermanas - con el de los oficios comunes en un monasterio de clausura. En Echt terminará ofreciendo su vida por la paz: "Querida Madre, permítame ... el ofrecerme en holocausto al Corazón de Jesús para pedir por la verdadera paz ... Sé que soy nada, pero Jesús lo quiere, y El llamará aún a muchos más en estos días"(40). De Echt saldrá el 2 de agosto de 1942 para morir en una cámara de gas, en Auschwitz-Birkenau, siete días después, el 9 de agosto.

Hija y discípula de Teresa de Jesús y de Juan de la Cruz

20. En Teresa de Jesús, Edith Stein encontró el mismo amor que ella tenía por la verdad, y de ella aprendió sobre todo el sentido de la oración como diálogo de amistad con Dios, su dimensión cristocéntrica y apostólica. Para Edith las horas de oración eran el punto central de la vida de la carmelita. Todo lo que ella puede hacer o construir tiene que partir de allí: "aquí encuentra descanso, claridad y paz; aquí se solucionan todas las dudas y problemas; aquí se conoce a sí misma y lo que Dios espera de ella; aquí puede presentar sus peticiones y alcanzar los tesoros de la gracia que generosamente puede compartir con los otros"(41).

Edith Stein profundiza la dimensión cristocéntrica de la oración teresiana. Sobre todo presenta la vida de oración de Jesús como la clave para comprender la oración de la Iglesia. El nos enseña una oración de alabanza al Padre y a vivir la oración como entrega a su amor. Cristo nos une a su entrega por la salvación del mundo haciéndonos participar de su cruz. Es de esa comunión con la pasión, muerte y resurrección de Cristo de donde brota la fuerza apostólica de la oración contemplativa: "Esto es lo que se propone fundamentalmente toda vida religiosa pero sobre todo la vida carmelitana: interceder con el sufrimiento voluntario y alegre en favor de los pecadores y así colaborar en la salvación de la humanidad"(42).

El influjo de San Juan de la Cruz es también evidente en la vida y en algunos escritos de Teresa Benedicta de la Cruz. Ella quedó impactada por la experiencia que de la noche tuvo el santo en la cárcel de Toledo. A partir de ella interpreta las "noches" sanjuanistas en clave de abandono: Dios hace experimentar su abandono al ser humano para que éste se abandone a El en la oscuridad de la fe, como único camino para llegar a la unión con el Dios incomprensible(43).

Edith Stein utiliza igualmente la imagen de la "noche oscura" para interpretar la realidad histórica de su tiempo. Lo que hoy se suele llamar pecado estructural, ella lo llama "noche de pecado". Expresa con ello la oscuridad de una época sellada por la guerra mundial y todas sus secuelas. También aquí hay que abandonarse en Dios; dejar que Dios sea un Dios incomprensible y confiar ciegamente en su bondad y misericordia que nos acompaña en medio de la oscuridad: "... cuanto más profundamente esté sumergida una época en la noche del pecado y en la lejanía de Dios, tanto más necesita de almas que estén íntimamente unidas a El. Pero aún en esas situaciones Dios no nos abandona. Desde la noche más oscura surgen las grandes figuras de los profetas y los santos, aún cuando, en gran parte, la corriente vivificante de la vida mística permanece invisible"(44).

Con la mano en la mano del Señor

21. Al iniciar la homilía de la beatificación de Edith Stein en Colonia, en 1987, Juan Pablo II la saludó como "hija del pueblo hebreo, llena de sabiduría y fuerza. Crecida en la dura escuela de la tradición del pueblo de Israel, se distinguió por una vida en la virtud y en la abnegación de su propia Orden y demostró su ánimo heroico en el camino hacia el campo de concentración"(45). En estas frases encontramos la síntesis de la vida apasionante de una mujer de nuestro tiempo, buscadora incansable de la verdad, que supo perder varias veces para ganar evangélicamente: perdió sus convicciones ateas para ganar la luz de la fe; perdió su familia y su pueblo para encontrarlos en su seguimiento de Jesús entregando su vida también por ellos; en su vida de carmelita contemplativa, llegó a la meta de ese camino evangélico centrándose en el único absoluto guiada por la lógica evangélica de perder para ganar. Y, al final, supo hacer realidad en el martirio la advertencia de Jesús: "quien quisiere salvar su vida la perderá, pero quien pierde su vida por mi causa y la del Evangelio la salvará" (Mc 8,35).

En todo ese largo itinerario detrás de las huellas de Jesús, camino, verdad y vida, vivió en un abandono confiado en el Señor colocando, como ella decía, su mano en la de El para dejarse guiar por su amor a través de los vericuetos difíciles y desconocidos de su vida y de la historia. Y esto con una colaboración activa, libre y responsable, iluminada por la ciencia de la cruz que lleva a la comunión con El: "de esta forma se encuentran indisolublemente unidos la propia perfección, la unión con Dios, el trabajo para que el prójimo alcance la unión con Dios y la perfección. Y el camino para todo ello, la cruz. Y la predicación de la cruz sería vana si no fuera la expresión de una vida unida a Cristo crucificado"(46).

El hombre y la mujer de hoy que con una grande nostalgia de Dios buscan ansiosamente la verdad en un mundo de corrientes ideológicas y religiosas pueden encontrar en la experiencia y en las enseñanzas de Teresa Benedicta de la Cruz una respuesta iluminadora: la de una mujer de nuestro tiempo, que caminó en la noche del drama de nuestro siglo, inquieta y sedienta siempre de la verdad hasta que finalmente encontró a Cristo y con El, el sentido de la vida y la paz tanto tiempo anhelada.

Roma, 9 de agosto de 1998
Memoria de la B. Teresa Benedicta de la Cruz

Fr. Camilo Maccise, OCD, Prepósito General

Fr. Joseph Chalmers, O. Carm., Prior General

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PARA LA REFLEXION PERSONAL Y COMUNITARIA

1. ¿Cuál consideras que es la principal enseñanza de la vida de Edith Stein?

2. ¿Cuál de los aspectos de la vida de Edith Stein te parece más actual ante los desafíos de la nueva evangelización? ¿Por qué?

3. ¿Qué nos enseña Edith Stein para nuestra vida carmelitana religiosa y apostólica en la dinámica evangélica de perder para ganar?

4. ¿Cuál es el principal mensaje de Edith Stein para la mujer consagrada hoy en la Iglesia y en la sociedad?

5. ¿Qué pueden aportar la experiencia y la doctrina de Edith Stein para el diálogo judeo-cristiano y para el diálogo ecuménico en general?

6. ¿Cómo vivir hoy en nuestra vida personal y comunitaria la "ciencia de la cruz" a la luz del testimonio existencial de Edith Stein?

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NOTAS

1. Vita consecrata, 58. Cf. 57.
2. Brief 23.3.1938, en Edith Stein Werke IX (Freiburg, 1977), p. 102.
3. Edith Stein, Kreuzeswissenschaft. Studie über Joannes a Cruce, en Edith Stein Werke I (Freiburg - Basel - Wien) p. 145.
4. Así lo relata, en forma autobiográfica, su primera biógrafa Teresia Renata de Spiritu Sancto Posselt, in Edith Stein. Lebensbild einer Philosophin und Karmelitin, Nürnberg, 1948, p. 28.
5. Neue Bücher über die hl. Teresia von Jesus, en Edith Stein Werke, XII, p. 191.
6. Positio, p. 191.
7. Así lo relata Teresia Renata a Spiritu Sancto Posselt, poniendo estas palabras en la boca de Edith, en la 7ª edición de su biografia, ya citada en la nota 4. (Nürnberg, 1954, p. 68)
8. Brief, diciembre 1941 en Edith Stein Werke IX, Druten-Freiburg, 1977, p. 167.
9. E. Stein, Kreuzeswissenschaft. Studie über Joannes a Cruce (Louvain-Freiburg 1954) p. 165.
10. Brief 12.2.1928, en Edith Stein Werke VIII, (Druten-Freiburg 1976) p. 54.
11. E. Stein, Beruf des Mannes und der Frau nach Natur- und Gnadenordnung, en Edith SteinWerke, vol. V (Louvain-Freiburg, 1959) p. 28.
12. E. Stein, Die Bestimmung der Frau, en Edith Stein Werke XII (Freiburg, 1990) p. 116.
13. E.Stein, Beruf ... p. 23.
14. E.Stein, Das Ethos der Frauenberufe, en Edith Stein Werke V (Louvain-Freiburg, 1959) p. 11.
15. E. Stein, Beruf... p. 29.
16. Cf. Ib.
17. Cf. E. Stein, Aufgaben der katholischen Akademikerinnen der Schweiz, en Edith Stein Werke V (Louvain-Freiburg, 1959) p. 225.
18. E. Stein, Aus dem Leben einer jüdischen Familie, en Edith Stein Werke VII (Louvain-Freiburg, 1987) pp. 229-230.
19. Brief 31.10.1938, en Edith Stein Werke IX (Freiburg, 1977) p. 121.
20. Nostra aetate, 4.
21. Ib.
22. Juan Pablo II, Homilía, Colonia, 1 mayo 1987, en Verlautbarungen des Apostolischen Stuhles nº 77, Bonn, 25-32, nn. 9.8.
23. Brief 13.12.1925, en Edith Stein Werke XIV (Freiburg, 1991) p. 168.
24. E. Stein, Endliches und ewiges Sein, en Edith Stein Werke II (Louvain-Freiburg, 1986) p. 57.
25. E. Stein, Das Weihnachtsgeheimnis, en Edith Stein Werke XII (Freiburg, 1990) p. 202.
26. E. Stein, Das Weihnachtsgeheimnis, p. 201.
27. Brief 12.2.1928, en Edith Stein Werke VIII (Louvain-Freiburg, 1976) p. 54.
28. E. Stein, Kreuzeswissenschaft, en Edith Stein Werke I (Louvain-Freiburg, 1983) pp. 106-107.
29. Id. p. 12.
30. Id. p. 11
31. Cf. Id. p. 264.
32. Cf. Id. p. 165.
33. E. Stein, Kreuzesliebe, en Edith Stein Werke XI (Freiburg, 1987) p. 122.
34. Cf. Endliches und Ewiges Sein, pp. 109-110
35. Brief 17.10.1933, en Edith Stein Werke IX (Freiburg, 1977) p. 189.
36. E. Stein, Über Geschichte und Geist des Karmel, en Edith Stein Werke XI (Freiburg, 1987) p. 8.
37. Edith Stein Werke XVIII (Freiburg, 1998). Este libro fue ideado como Habilitationsschrift (para conseguir una cátedra de filosofía).
38. E. Stein, Über Geschichte und Geist des Karmel, en Edith Stein Werke XI (Freiburg, 1987) p. 8-9.
39. Brief 15.12.1934, en Edith Stein Werke IX (Freiburg, 1977) p. 26.
40. Brief 26.3.1939, en Edith Stein Werke IX (Freiburg, 1977) p. 133.
41. E. Stein, Eine Meisterin der Erziehungs- und Bildungsarbeit: Teresia von Jesus, en Edith Stein Werke XII (Freiburg, 1990) p. 180.
42. Brief 2. Weihnachtstage 1932, en Edith Stein Werke VIII (Louvain-Freiburg, 1976) p. 125.
43. E. Stein, Kreuzeswissenschaft, en Edith Stein Werke I (Druten-Freiburg, 31983) p. 107.
44. E. Stein, Verborgenes Leben und Epiphanie, en Edith Stein Werke XI (Freiburg, 1987) p. 145.
45. Juan Pablo II, Homilía, Colonia 1 mayo 1987, en Verlautbarungen des Apostolischen Stuhles nº 77, Bonn, 25-32, nº 1.
46. E. Stein, Kreuzeswissenschaft, en Edith Stein Werke I (Druten-Freiburg, 31983) pp. 252-253

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